En cuanto a extensión, el monte serrano es la segunda formación
boscosa de importancia en el país luego del monte ribereño. Se trata de
una formación que se desarrolla en áreas predregosas que incluyen
cerros, sierras y asperezas, normalmente asociados a cursos de agua y
manantiales.
Si bien es un tipo de monte muy modificado por el ser humano,
normalmente se caracteriza por una vegetación relativamente alta en las
faldas, que va disminuyendo en altura a medida que asciende, siendo sus
árboles sustituidos por arbustos al aproximarse a la cima, normalmente
ocupada por vegetación herbácea. Si bien en la actualidad es un monte
relativamente bajo, es necesario remarcar que esa no es una
característica típica del monte, sino el resultado de las actividades de
corta llevadas a cabo desde hace muchos años. Por ejemplo, en los
actuales montes achaparrados de la zona de Pan de Azúcar antiguamente se
podía transitar bajo los mismos a caballo, según aseguran viejos
pobladores de la zona. Ello se debe a que los árboles nacidos de semilla
normalmente tienen un solo fuste, en tanto que los rebrotes de árboles
cortados están constituidos por varios fustes más bajos, lo que
convierte a un monte alto en otro achaparrado.
Este tipo de monte cumple una función primordial en la conservación
de las cuencas hídricas, dado que se ubica en las nacientes de
prácticamente todos los cursos de agua que tienen su origen en nuestro
territorio. Siendo que a su vez se desarrolla sobre suelos con
pendientes pronunciadas, su presencia es vital para evitar la erosión.
Pese a ello, la superficie ocupada por el monte serrano ha disminuido
sensiblemente, habiendo siendo sustituido o por praderas (salpicadas de
los pocos árboles que lograron sobrevivir) o por plantaciones de
eucaliptos que afectan negativamente el funcionamiento hidrológico de
las cuencas.
Pero el monte serrano no sólo ha disminuido sustancialmente en
superficie, sino que además ha sido profundamente modificado en cuanto a
su composición de especies vegetales. Ambos procesos (disminución en
superficie y en especies) han generado a su vez graves impactos sobre
las especies de fauna que de él dependen.
Los cambios en la composición del monte se producen normalmente por
la producción de leña. Los leñadores cortan selectivamente los árboles
cuya leña es de mayor calidad (en particular coronilla, guayabo
colorado, palo de fierro, molle, etc.), dejando sin cortar aquellos que
no son buenos como combustible (como canelones, ombúes o palmas), o que
evitan cortar por temor a la alergia que pueden producir (como la
aruera) o que son arbustos (como el romerillo, la congorosa o la espina
de la cruz). El resultado es que en el monte comienzan a predominar las
especies no cortadas y a desaparecer o disminuir sensiblemente las más
buscadas, con lo que resulta un monte empobrecido en especies vegetales y
que por ende conlleva modificaciones en las especies de fauna que lo
pueblan.
Sin embargo, es importante señalar que tanto la flora como la fauna
que lo componen tienen una gran capacidad para regenerarse en la medida
en que la presión humana y ganadera disminuye. En efecto, normalmente
alcanza con que un establecimiento agropecuario sea abandonado durante
algunos años para que empiecen a reaparecer y aumentar las poblaciones
de vegetales y animales que lo caracterizan, entre las que por ejemplo
se encuentra el pequeño venado guazubirá.
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